La idea mutilada
Hoy mutilé una idea. Pequeña y tímida buscaba una salida. La deseché. Pobre de mi idea que nacía con aires de grandeza. Aún sufro su ausencia.
Poco a poco fue creándose en mi mente, como una semilla incrustada en suelo fértil. Comenzó, como cualquiera, como una visión que al instante se disolvió. Sólo fue cuestión de minutos para que renaciera. Traviesamente regresaba a mí y como un sueño persistente se asomaba de forma esporádica sólo para decirme que seguía ahí. Y así continuó, día tras día, surgiendo y escondiéndose a voluntad.
Al inicio yo sonreía con ella tras cada aparición, pero pronto se convirtió en angustia. Mi deseo ya no era suficiente para evitarla. Aunque era hermosa, inocente y mía, deseaba que ya no estuviera ahí.
Se negaba a irse. Sabía que yo la necesitaba, que me hacía feliz y sobre todo que me ofrecía una respuesta. Se fortalecía de mi debilidad. No es su culpa. Vino a mí y yo la alimenté, le di de beber y la hice crecer. Tarde comprendí que mi creación me devoraría, pero ya estaba acostumbrada a ella y sólo con ella me sentía segura y capaz de continuar, de recobrar esa frágil cortina que se llama vida disfrazada de rutina.
Desde el día de su llegada le tuve aprecio y comencé a modelarla. Le daba vueltas y le permitía jugar con fragmentos de mis recuerdos, con las piezas de mis deseos y con todo aquello que la hiciera feliz. Mi feliz idea me daba felicidad al tiempo que hacía temblar la fortaleza de Raquel. Mi idea destruiría montañas de indiferencia, puentes de seguridad, muros de belleza y perfección. Daría fuerza a la razón estéril de la venganza.
II
No es que sea mala persona o que crezca en mí un odio incontrolable. Es simplemente una táctica. Ella no lo sabe, pero aquel mundo es un campo minado, un terreno hostil, donde los enemigos se besan las mejillas a diario. Estamos en guerrilla y nuestra arma más filosa es la adulación. Jamás reconocemos abiertamente a nuestro enemiga. Tampoco a nuestra amiga. La táctica es el silencio y la rutina, el trabajo diario de ganar batallas y sumar likes.
Es sucio pero lo hice. Seguí el protocolo que dicta "serás parte del Olimpo con el sudor de tu frente". Comencé como se debe: desde abajo y sin que nadie me notara, haciendo amigas de entre los escombros y sacando amigos de entre los remates. Aprendí a distancia cómo ganar adeptos y apóstoles posmodernos. Leía y escuchaba todo lo que había que leer y escuchar de moda. Estudiaba con esmero cada pose y actitud de aquellos que han probado la sal de la fama. Descubría secretos que ni ellos mismos conocían y les exprimía cada gota de provecho. Me mantenía en vela pensando cómo reinventarme, cómo darle la vuelta a una misma imagen y ser alguien totalmente diferente, y así cada día hasta encontrar el perfecto disfraz de adolescente segura de sí misma, incapaz de la duda, sabedora de su futuro exitoso y capaz de guiar al rebaño hacia allá.
Mi plan iba viento en popa. Claro que tenía una fisura. Yo lo sabía y ellas lo olían: los chicos, el sexo opuesto, el opuesto, el sexo.
Sabía lo necesario: la psicología de los jóvenes, la bioquímica del encuentro, la asepsia del contacto, las frases de salida, lo imposible de una relación. Sólo un pequeño detalle me haría caer: la realidad. Pero ¿quién pensaría en ella estando dentro de una perfecta ilusión? ¿Quién querría arriesgarse a conocer la imperfecta vida? En realidad, no estaba planeado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario