miércoles, 21 de mayo de 2014
Sobre la lactancia
1. Des idealizar la lactancia.
A lo largo de la historia las madres no siempre hemos podido o querido amamantar a nuestros hijxs. Es ya larga la historia de las nodrizas y de los suplementos a la lactancia materna. Las dificultades son varias y exceden nuestra propia voluntad sobre el tema. Un papel importante lo han jugado los discursos y prácticas estéticas y médicas sobre el cuerpo de la mujer, así como los que buscan cambiar percepciones sobre la alimentación y crianza de los menores. También ha sido fundamental el cambio en los roles sociales de la mujer la cual se ha deslocalizado de su hogar como único espacio de (con)vivencia y ha deseado o se ha visto forzada a salir sea por el sustento o por la participación en el espacio colectivo. Sin duda estos cambios provienen desde hace ya varios siglos y, que yo sepa, a largo plazo no han impactado de manera permanente y colectiva en los patrones de salud o enfermedad de las generaciones que no recibimos leche materna. ¿O si?
2. La lactancia materna sí es una fuente irremplazable de nutrición.
Está ampliamente demostrado que mamar durante periodos prolongados (al menos 6 meses exclusivos) beneficia en la salud y desarrollo de los niñxs. La probabilidad de anemia y de enfermedades disminuye y aumenta el peso y talla del menor y favorece sus habilidades intelectuales. Además reduce a corto y largo plazo los gastos en la parafernalia de la leche enlatada y de medicinas y doctores. En poblaciones vulnerables estas ventajas pudieran llegar a ser la diferencia entre la vida y la muerte.
También para las madres existen grandes beneficios como son la anticoncepción, la reducción del riesgo de cáncer de mama y ovarios y reduce las tasas de obesidad. Esto aunado a los beneficios psicológicos y emocionales en la relación madre-hijo.
3. La lactancia no es un asunto de madre-hijx, si no de toda la sociedad
A pesar de que el volumen de imágenes e información sobre el tema se centran en la mujer y el/la bebé el esfuerzo de amamantar es, hoy más que nunca, un tema social ya que para conseguirlo todos los niveles y actores sociales deberían de apropiarse el tema. No es justo ni favorable recargar el peso de la responsabilidad en la madre obligándola a asumir roles que, dadas las condiciones actuales, no está en disposición de asumir.
En México, el 37.4% de las mujeres aduce como motivo de no lactancia el no haber tenido leche y un 11,4% porque el bebé no quiso. Sólo un 6% respondió que no le gustó la experiencia. A pesar de las opciones de respuesta son ambiguas y ligadas a percepciones, la mayoría de ellas corresponden a mitos relacionados con discursos médicos como madre/bebé enfermo, problemas físicos o incluso por considerar que la fórmula láctea es mejor que la leche materna. Me pregunto sobre el origen de estas creencias...
Por otro lado, poco se ha discutido sobre ¿cómo compaginar la lactancia materna exclusiva por 6 meses y constante durante 2 años con nuestra necesidad económica y personal de participar en el ambiente público?, ¿podemos imaginarnos estar en el lugar de trabajo/estudio (con todas las medidas de seguridad necesarias) con nuestro bebx al lado o trabajando en nuestra casa sin perder ningún tipo (objetivo o subjetivo) de privilegio con respecto a quienes sí conviven en la oficina? Esto tomando en cuenta los múltiples escenarios en los que las mujeres trabajamos y vivimos: mujeres rurales, urbanas, pobre y no pobres, casadas, solteras o madres solas.
Si bien considero que la infancia es un bien supremo es necesario construir los espacios de convivencia adecuados que favorezcan la práctica de la lactancia materna y que no limiten las actividades públicas de las mujeres. Un paso para lograrlo es incorporar dentro de los discursos académicos y de políticas públicas la participación y la visión de los hombres, de la familia, la comunidad y los tomadores de decisiones a fin de que seamos todxs los que apoyemos dicha práctica.
viernes, 9 de mayo de 2014
La verdad sobre las madres
Les diré un secreto: las buenas madres son, en realidad, malas madres. Si no me creen pregunten a (cualquier) su madre:
- Mamá ¿alguna vez te arrepentiste de tenerme?
Las sinceras les dirán que sí. Cuando los berrinches, cuando las travesuras, cuando las vergüenzas, cuando los reclamos y maltratos, incluso cuando las enfermedades y las noches en blanco. Claro que las madres nos hemos arrepentido de ser madres, y aún así seguimos y tratamos de hacerlo bien.
- Mamá ¿alguna vez pensaste en abandonarme?
Muchas veces. Cuando los problemas de pareja, de dinero o personales. Cuando escasea el trabajo, cuando es demasiado, cuando me sentía sola, cuando me dejaron sola. Cuando no podía salir a divertirme, cuando tenía que llegar a casa, cuando no podía comprarme zapatos, ropa, maquillaje. Pensé abandonarte en la cama, en la casa, en el centro comercial, en el mercado, en el taxi. Claro que pensamos en abandonar a nuestros hijos pero no lo hicimos, no nos alejamos ni soltamos esa mano.
- Mamá ¿siempre me quisiste?
La verdad, no. Al principio sólo te acepté. Después me emocioné. Cuando te tuve en mis brazos me eras extraña, como si alguien que no conozco viniera a vivir con nosotros. Llegaste a ser competencia. Aún más no eras lo que esperaba. Parecías una ratita que come, duerme y caga. ¿Qué es eso? ¿Eso es una hija? Sólo con el tiempo (y dado que no hay reembolso) te comencé a tomar aprecio y después te quise. Ahora sólo puedo resignarme a quererte más de lo que tú algún día llegues a quererme a mí.
- Mamá ¿siempre has estado conmigo?
No. No estuve cuando tus primeros pasos. No estuve cuando esa cicatriz. No estuve cuando aquel niño te maltrató. No estuve en el festival donde destacaste. Estuve trabajando para que no te falte el alimento que te da la energía de la vida, la ropa que viste tu niñez y la educación que te dará la semilla del aprendizaje. Aún así me disculpo por no estar ahí. Pero estuve ahí cada vez que te decía te quiero, estuve ahí cuando te cepillabas los dientes, cuando no querías comer, cuando te leía para dormir. Sé que no siempre estuve ahí, por eso aprendí a estar, realmente estar ahí, cuando estoy contigo, y porque no siempre estaré contigo.
Celebremos entonces a las malas madres que se esfuerzan cada día por ser mejores (o por lo menos, por no ser descubiertas).
Paula
miércoles, 7 de mayo de 2014
La familia pequeña ¿vive mejor?
Recientemente, la Secretaria de Desarrollo Social desató una polémica entre dos temas de relevancia nacional: los apoyos gubernamentales y la planificación (o no) familiar. Siendo más específica, los apoyos gubernamentales del Programa Oportunidades a población pobre o vulnerable, a mujeres y a indígenas. Sin afán de restar importancia al contexto de sus dichos o a las susceptibilidades que tocó en diversos temas (género, indigenismo, vulnerabillidad) me detendré a comentar sobre la supuesta realidad de que "las familias pequeñas viven mejor".
Conforme a cifras del Conapo, la tasa global de fecundidad de México en 2010 es de 2.28 hijixs por mujer, mientras que en 2015 se espera una reducción de casi .1 (2.19). En 1990 esta cifra fue de 3.36. Aunado a este cambio importante se observan también las diferencias entre periodos en la edad a la que se tenían los hijos. Mientras que a finales del siglo pasado menos del 40% de la madres eran jóvenes de 15 a 24 años, en la actualidad este porcentaje se incrementa a casi el 44% de las mujeres, lo cual se refleja en la reducción de la edad en la que las mujeres tienen hijos, es decir, después de los 35 años, las mujeres han dejado de tener hijxs.
Similar situación se observa en los estados con mayor porcentaje de población en pobreza extrema (CONEVAL): Chiapas, Guerrero y Oaxaca, donde en 2010, la tasa de fecundidad fue de 2.70, 2.69 y 2.56, respectivamente. Más alta que el promedio nacional. Sin embargo, en 1990 era de 4.3 hijx en promedio en estos tres estados, por lo que la tasa de fecundidad ha caído en cerca de 2 hijxs por mujer. Cifra muy alta en comparación de la nacional. Con respecto a las edades, se observa, al igual que los datos nacionales, un aumento en los nacimientos de las jóvenes (en Guerrero pasó de 10.9% en jóvenes de 15 a 19 años a 13.36%) y un decrecimiento en la natalidad de mujeres adultas. Se observa un crecimiento en el número de madres adolescentes en casi todos los estados de la república.
II
Sin embargo, el contexto nacional no ha apoyado este esfuerzo. Conforme al propio Coneval, el precio de la canasta básica ha aumentado en más del 60% tanto en comunidades rurales como en urbanas, y cerca de 9 de cada 100 personas (8.9%) no puede acceder a ella. Los porcentajes de pobreza se han mantenido similares aunque con un aumento de 2008 a 2012 equivalente en números absolutos a más de 3.5 millones de personas.
Por otro lado, es cierto que la pobreza se encuentra principalmente en los hogares con población infantil y adolescente. El propio Coneval señala que la pobreza extrema en este sector aumenta a un 12.1% con 3.6 carencias promedio (alimentación, vivienda y seguridad social). De 2010 a 2012 se ubican descensos en todos los indicadores de pobreza y de carencias. El informe señala que entre las principales condicionantes se encuentra ser o vivir en hogar indígena, rural, ampliado, con una alta tasa de dependencia, así como la edad y nivel educativo del o la jefa del hogar.
III. Mi opinión
Si bien la población mexicana ha hecho esfuerzos por reducir el número de bocas que alimentar (cuerpos que cuidar, mentes que educar, almas que proteger...) el contexto económico no ha hecho lo suyo. Los niveles de pobreza e inseguridad aumentan y la calidad de vida de los pobres y no tan pobres sigue cayendo en hogares con pocos hijxs y con muchos. Claro que en éstos es más difícil aún superar el ciclo de la pobreza.
Si bien los comentarios de Rosario Robles no me parecen discriminatorios, sí son por lo menos desinformados acerca de los índices de natalidad y de la caída en los niveles de bienestar tanto en hogares pobres como en no pobres. Comentarios desatinados también en su calidad de Secretaria de Estado (y no de temas poblacionales) ya que más que discursos axiológicos, su función radica en la creación e implementación de políticas públicas que generen resultados en la población derechohabiente, atendida en el marco de los programas sociales y con recursos públicos.
sábado, 3 de mayo de 2014
La idea mutilada
Hoy mutilé una idea. Pequeña y tímida buscaba una salida. La deseché. Pobre de mi idea que nacía con aires de grandeza. Aún sufro su ausencia.
Poco a poco fue creándose en mi mente, como una semilla incrustada en suelo fértil. Comenzó, como cualquiera, como una visión que al instante se disolvió. Sólo fue cuestión de minutos para que renaciera. Traviesamente regresaba a mí y como un sueño persistente se asomaba de forma esporádica sólo para decirme que seguía ahí. Y así continuó, día tras día, surgiendo y escondiéndose a voluntad.
Al inicio yo sonreía con ella tras cada aparición, pero pronto se convirtió en angustia. Mi deseo ya no era suficiente para evitarla. Aunque era hermosa, inocente y mía, deseaba que ya no estuviera ahí.
Se negaba a irse. Sabía que yo la necesitaba, que me hacía feliz y sobre todo que me ofrecía una respuesta. Se fortalecía de mi debilidad. No es su culpa. Vino a mí y yo la alimenté, le di de beber y la hice crecer. Tarde comprendí que mi creación me devoraría, pero ya estaba acostumbrada a ella y sólo con ella me sentía segura y capaz de continuar, de recobrar esa frágil cortina que se llama vida disfrazada de rutina.
Desde el día de su llegada le tuve aprecio y comencé a modelarla. Le daba vueltas y le permitía jugar con fragmentos de mis recuerdos, con las piezas de mis deseos y con todo aquello que la hiciera feliz. Mi feliz idea me daba felicidad al tiempo que hacía temblar la fortaleza de Raquel. Mi idea destruiría montañas de indiferencia, puentes de seguridad, muros de belleza y perfección. Daría fuerza a la razón estéril de la venganza.
II
No es que sea mala persona o que crezca en mí un odio incontrolable. Es simplemente una táctica. Ella no lo sabe, pero aquel mundo es un campo minado, un terreno hostil, donde los enemigos se besan las mejillas a diario. Estamos en guerrilla y nuestra arma más filosa es la adulación. Jamás reconocemos abiertamente a nuestro enemiga. Tampoco a nuestra amiga. La táctica es el silencio y la rutina, el trabajo diario de ganar batallas y sumar likes.
Es sucio pero lo hice. Seguí el protocolo que dicta "serás parte del Olimpo con el sudor de tu frente". Comencé como se debe: desde abajo y sin que nadie me notara, haciendo amigas de entre los escombros y sacando amigos de entre los remates. Aprendí a distancia cómo ganar adeptos y apóstoles posmodernos. Leía y escuchaba todo lo que había que leer y escuchar de moda. Estudiaba con esmero cada pose y actitud de aquellos que han probado la sal de la fama. Descubría secretos que ni ellos mismos conocían y les exprimía cada gota de provecho. Me mantenía en vela pensando cómo reinventarme, cómo darle la vuelta a una misma imagen y ser alguien totalmente diferente, y así cada día hasta encontrar el perfecto disfraz de adolescente segura de sí misma, incapaz de la duda, sabedora de su futuro exitoso y capaz de guiar al rebaño hacia allá.
Mi plan iba viento en popa. Claro que tenía una fisura. Yo lo sabía y ellas lo olían: los chicos, el sexo opuesto, el opuesto, el sexo.
Sabía lo necesario: la psicología de los jóvenes, la bioquímica del encuentro, la asepsia del contacto, las frases de salida, lo imposible de una relación. Sólo un pequeño detalle me haría caer: la realidad. Pero ¿quién pensaría en ella estando dentro de una perfecta ilusión? ¿Quién querría arriesgarse a conocer la imperfecta vida? En realidad, no estaba planeado.
Hoy mutilé una idea. Pequeña y tímida buscaba una salida. La deseché. Pobre de mi idea que nacía con aires de grandeza. Aún sufro su ausencia.
Poco a poco fue creándose en mi mente, como una semilla incrustada en suelo fértil. Comenzó, como cualquiera, como una visión que al instante se disolvió. Sólo fue cuestión de minutos para que renaciera. Traviesamente regresaba a mí y como un sueño persistente se asomaba de forma esporádica sólo para decirme que seguía ahí. Y así continuó, día tras día, surgiendo y escondiéndose a voluntad.
Al inicio yo sonreía con ella tras cada aparición, pero pronto se convirtió en angustia. Mi deseo ya no era suficiente para evitarla. Aunque era hermosa, inocente y mía, deseaba que ya no estuviera ahí.
Se negaba a irse. Sabía que yo la necesitaba, que me hacía feliz y sobre todo que me ofrecía una respuesta. Se fortalecía de mi debilidad. No es su culpa. Vino a mí y yo la alimenté, le di de beber y la hice crecer. Tarde comprendí que mi creación me devoraría, pero ya estaba acostumbrada a ella y sólo con ella me sentía segura y capaz de continuar, de recobrar esa frágil cortina que se llama vida disfrazada de rutina.
Desde el día de su llegada le tuve aprecio y comencé a modelarla. Le daba vueltas y le permitía jugar con fragmentos de mis recuerdos, con las piezas de mis deseos y con todo aquello que la hiciera feliz. Mi feliz idea me daba felicidad al tiempo que hacía temblar la fortaleza de Raquel. Mi idea destruiría montañas de indiferencia, puentes de seguridad, muros de belleza y perfección. Daría fuerza a la razón estéril de la venganza.
II
No es que sea mala persona o que crezca en mí un odio incontrolable. Es simplemente una táctica. Ella no lo sabe, pero aquel mundo es un campo minado, un terreno hostil, donde los enemigos se besan las mejillas a diario. Estamos en guerrilla y nuestra arma más filosa es la adulación. Jamás reconocemos abiertamente a nuestro enemiga. Tampoco a nuestra amiga. La táctica es el silencio y la rutina, el trabajo diario de ganar batallas y sumar likes.
Es sucio pero lo hice. Seguí el protocolo que dicta "serás parte del Olimpo con el sudor de tu frente". Comencé como se debe: desde abajo y sin que nadie me notara, haciendo amigas de entre los escombros y sacando amigos de entre los remates. Aprendí a distancia cómo ganar adeptos y apóstoles posmodernos. Leía y escuchaba todo lo que había que leer y escuchar de moda. Estudiaba con esmero cada pose y actitud de aquellos que han probado la sal de la fama. Descubría secretos que ni ellos mismos conocían y les exprimía cada gota de provecho. Me mantenía en vela pensando cómo reinventarme, cómo darle la vuelta a una misma imagen y ser alguien totalmente diferente, y así cada día hasta encontrar el perfecto disfraz de adolescente segura de sí misma, incapaz de la duda, sabedora de su futuro exitoso y capaz de guiar al rebaño hacia allá.
Mi plan iba viento en popa. Claro que tenía una fisura. Yo lo sabía y ellas lo olían: los chicos, el sexo opuesto, el opuesto, el sexo.
Sabía lo necesario: la psicología de los jóvenes, la bioquímica del encuentro, la asepsia del contacto, las frases de salida, lo imposible de una relación. Sólo un pequeño detalle me haría caer: la realidad. Pero ¿quién pensaría en ella estando dentro de una perfecta ilusión? ¿Quién querría arriesgarse a conocer la imperfecta vida? En realidad, no estaba planeado.
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