sábado, 16 de abril de 2016

¿Aprender a no tocar?

Hace unos días acompañé a una amiga a comprarse ropa para una fiesta importante. Miramos por mucho tiempo aparadores no sólo con lindos y carísimos vestidos, sino también joyería, zapatos, accesorios. La verdad estuvimos por mucho tiempo muy contentas midiéndonos y probando cosas nuevas. Al final estábamos muy cansadas y, ha decir verdad, yo ya bastante fastidiada.
Pero ella estaba triste. Le pregunté que por qué se sentía así.
- Tantas cosas tan lindas que jamás podré tenerlas.
Mi primera reacción fue decirle:
- ¿Y por qué quieres tenerlas?
Su única respuesta fue mirarme. Ella no entendía que yo no tuviera problema con dejar ir las cosas bellas. No sabía por qué yo no quería tenerlas.
Así somos con muchas cosas, personas, situaciones: las vemos, las admiramos por su belleza y las queremos para nosotrxs.
La naturaleza es un ejemplo. Cuando vemos un paisaje paradisíaco, un mar transparente, un espacio tranquilo y armonioso queremos estar ahí, queremos que sea nuestro, y lo queremos para nosotrxs.
Otro ejemplo son las personas con belleza física. Nos atraen, queremos saquear su belleza, tocarla, tomarla, apropiárnosla.
Cuando conseguimos esa belleza la disfrutamos, nos sentimos bien, la saboreamos. ¿Y después? ¿Nos responsabilizamos del cambio que hayamos provocado? ¿Somos conscientes de que nuestra sólo presencia modifica esa belleza? ¿Reconocemos que dicha modificación puede incluso destruirla?No lo creo.
Considero que lo bello es externo, independiente del ser que mira. La belleza es por sí misma y si nos da la posibilidad de apreciarla, ello no significa que tengamos que apropiarnos de ella. Y está bien. A pesar de que vivimos en una época donde el valor primordial es el consumir (usar, gastar, extinguir),  tal vez sería buena idea mirar, admirar, conservar, y a veces no tocar.